Cueva Pintada transforma una vivienda indígena recreada en el parque arqueológico en un ‘Templo de la Memoria’, de la mano de Cristóbal Guerra

‘Memoria de un lugar, memoria del ser y memoria vegetal’ son las tres
líneas de trabajo sobre las que el conocido artista visual galdense Cristóbal
Guerra ha sustentado la intervención artística que propone en una de las
viviendas indígenas recreadas en el yacimiento del Museo y Parque
Arqueológico Cueva Pintada. ‘Templo de la Memoria’ es el título de la
propuesta que se presentó en la tarde de este miércoles, en la que Guerra
estuvo acompañado por el alcalde de la ciudad, Teodoro Sosa Monzón.
El proyecto artístico de Guerra se ha podido llevar a cabo a partir del
panelado del interior de una de las construcciones que recrea el
yacimiento. El resultado es un mural continuo de 60 metros cuadrados,
realizado con pintura acrílica. La intervención permanecerá en el interior
de la vivienda indígena y formará parte del recorrido de visita habitual del
Museo y Parque Arqueológico hasta el próximo 31 de agosto.
La intervención ‘Templo de la Memoria’ se ha desarrollado en el interior
de una de las réplicas de vivienda prehispánica próximas a la Cueva
Pintada. “Hemos recubierto todas sus paredes con bastidores y lonas
como soporte, intensificando el diseño de la planta cruciforme de las
viviendas aborigen”, explica Cristóbal Guerra, impulsor de la iniciativa.
Experiencia inmersiva
“Pretende ser una propuesta inmersiva, donde las redes neuronales y las
conexiones entre raíces y microbiología del suelo nos hacen recrear ese
mundo invisible a nuestros ojos”, desarrolla el artista. El proyecto está
pensado para estimular los sentidos. Además de las formas y colores
plasmados, la experiencia cuenta con la ayuda de difusores de aromas y
con la importantísima colaboración del sonido a modo de banda sonora, a
cargo del compositor Juanda Mendoza, que ha sabido poner sonido a esos
sutiles pero constantes procesos vitales. “Una preciosa composición que
logra hacernos sentir el flujo de la vida”, añade Guerra.

El objetivo es partir de la costumbre de pintar el
interior de muchas de las viviendas prehispánicas
existentes en el yacimiento y, por supuesto, la
propia Cueva Pintada, para representar artísticamente el universo natural
en el que se desarrollaba la vida de las primeras poblaciones de Gáldar.
Así, reúne, en una única superficie, la memoria de las ciudades
superpuestas, los paisajes neuronales de su trayectoria vital, y el legado
de hongos y bacterias que nos sostienen sobre la tierra, convirtiendo el
interior de esta vivienda en una ‘duramadre’ sobre la que Guerra vuelca su
reflexión acerca de la pintura.
“Sabemos que la energía que desprende el friso policromado de la cueva
se asemeja para muchos de nosotros a un ‘cerebro’ de toba volcánica
donde se guarda la memoria colectiva de los habitantes de este antiguo
poblado. Hemos querido representar esa magia neuronal y vegetal”,
explica el artista y viticultor galdense.
Aniversario con arte
Coincidiendo con el 50 aniversario de la declaración de Cueva Pintada
como Bien de Interés Cultural del Museo y Parque Arqueológico Cueva
Pintada, la dirección del centro que gestiona la Consejería de Cultura del
Cabildo de Gran Canaria propone a Cristóbal Guerra la elaboración de una
propuesta artística que sirva para conmemorar esta fecha tan importante
para la vida cultural de todo el municipio. “Como conocían mis propuestas
anteriores, donde he desarrollado la pasión por el cerebro y el mundo
natural, este proyecto se transformó en una oportunidad para poder unir
en un mismo espacio toda mi trayectoria artística que casi coincide con
esos 50 años que se conmemoran”, detalla Guerra, quien describe el
espacio arqueológico como “un lugar único venerado por muchos de
nosotros como un auténtico templo aborigen, donde se deposita la
memoria prehispánica heredada”.
Este proyecto es, por ello, la culminación de tres décadas de trabajo
vinculado con su propia memoria sentimental, con la transformación de su
ciudad a la vera de las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo desde
los años 70. “Las simbologías prehispánicas como las pintaderas, las
cerámicas, los nombres, los yacimientos, los restos aborígenes están muy
presentes en toda la actividad cultural de nuestro municipio”, recuerda
Cristóbal Guerra. “Mis primeros dibujos de esa época se alimentan de

todo ello. Era muy común encontrar restos de
cerámicas prehispánicas entre los desmontes para
solares o fincas agrícolas, lo que despertó en
muchos de nosotros esa pasión por conocer y por mostrar nuestro pasado
aborigen”.
Cuando se inician las primeras campañas de excavaciones en los
alrededores de la Cueva Pintada, pudo visitar y conocer los trabajos de los
arqueólogos que día a día sacaban a la luz “toda esta ciudad superpuesta
que era la Agáldar que tanto me fascina. La geometría de los hilos para
marcar las zonas de excavaciones, los cortes perfectos en el terreno, la
visión de los primeros vestigios, etc eran verdaderamente muy sugerentes
para mí. Hacer viable lo que estaba oculto a nuestros ojos sigue
motivando mi trabajo”, confiesa Guerra.
Tres memorias
Los años de formación de este inquieto autor norteño le llevan a
experimentar con diferentes técnicas y soportes. “Desde el punto de vista
conceptual, me llevan a un acercamiento a la llamada sociología espacial,
donde hay una preocupación por el lugar y las condiciones formales y
espaciales donde uno crece y le toca vivir.
Coincidiendo con esas primeras excavaciones, se desarrolla la serie del
‘Zócalo Rojo’, con esa visión desde arriba, las plantas cruciformes, la
ciudad superpuesta o el Palacio de los Guanartemes, que dan contenido
algunas de las esculturas o intervenciones como el homenaje a Celso
Martin de Guzmán, La Casa Pintada, El Palacio de los Guanartemes. Es lo
que el crítico Franck González llama ‘la memoria del lugar’. La segunda es
‘la memoria del ser’, que recoge toda su serie de los llamados ‘Nocturnos’,
donde la geometría de la arquitectura y las estructuras espaciales se ven
atravesadas por las formas orgánicas del mundo vegetal. Está
representada en pinturas que darán pie a la serie ‘Noche, cepa y cerebro’
(2010), que se ampliará a propuestas como ‘El cerebro, la gran cepa azul’
(Museo Elder, 2010).
Y, por último, la tercera, la ‘memoria vegetal’, surge a partir de su
iniciación en el mundo del vino, con proyectos como ‘Los códices del vino’
(CICCA, 2009). Se trata de una línea de trabajo que se hibridará con la
‘memoria del ser’ en series como ‘El jardín de la alquimia’ (Hospital

Negrín, 2015) y ‘Paisaje Cultural, Paisaje Neuronal’
(Casa-Museo Antonio Padrón, 2016).

Trayectoria de Cristóbal Guerra
Cristóbal Guerra (Gáldar, 1960) es licenciado en Bellas Artes, especialidad
en Diseño por la Universidad de La Laguna. Ha sido profesor de Educación
Plástica y Dibujo técnico en enseñanzas secundarias de Canarias. Ha
trabajado en varias galerías nacionales y ha participado en exposiciones
individuales y colectivas en los ámbitos nacionales e internacionales,
donde ha reflejado su preocupación por la relación del ser humano con el
paisaje y el medio natural.
Su actividad artística le ha llevado a investigar sobre sociología espacial y a
desarrollar su obra plástica más allá de los soportes bidimensionales de la
pintura y a trabajar e intervenir en el espacio. La pasión artesanal por la
actividad enológica y el conocimiento del mundo vegetal, la vida en el
suelo o la microbiología le llevan a estar en continua búsqueda de
información y formación.
Tomando la decisión en 1994 de crear paisajes, formar e intervenir en el
paisaje, compra su primera pequeña parcela de plataneras e inicia su
actividad agrícola. Comienza inscribiéndose en el CRAE como viticultor
ecológico. De manera lógica, la pasión por el conocimiento y la creación le
ha llevado a profundizar en los principios de la neuroestética, el cerebro y
su organización. Ha desarrollado varios proyectos de arte y ciencias en
colaboración con personalidades del campo de la neurociencia, como
Javier De Felipe, director del Instituto Cajal y del Blue Brain Project.
Destaca el proyecto ‘El Cerebro, la Gran Cepa Azul’, en el Museo Elder de
la Ciencia y la Tecnología en el 2010.
En 1999 adquiere otra pequeña parcela situada en las antiguas
inmediaciones del Convento de San Antonio de Padua, que se construyó
en 1520 en la Vega de Gáldar. En esta parcela se inicia como viticultor
ecológico desde el año 2000. Su actividad como viticultor y bodeguero se
ve recogida en varias exposiciones donde el mundo del vino y la viticultura
se convierten en el tema principal de su obra artística.
En 2016 empieza a profundizar en los sistemas de cultivos ecológicos y la
vinificación natural, lo que le lleva a interesarse por la agricultura orgánica

y regenerativa. Asesorado por Isaac Álamo
Saavedra, comienza a aplicar y a producir
tratamientos orgánicos y de agricultura natural
coreana (KNF). Aparecen los primeros vinos sin intervención ni
correcciones, siendo lo más naturales posibles. Durante estos años los
descubrimientos en los métodos agrícolas y de viticultura han alimentado
y nutrido su actividad artística.

Galdar (Gran Canaria) (15.03.23). TEMPLO DE LA MEMORIA Proyecto de arte «site-specific». Intervención artística realiza en el MyPA Cueva Pintada por Cristróbal Guerra en una vivienda indígena recreada, panelando su interior y elaborando in situ un mural contínuo de 60m2 con pintura acrílica. Cabildo de Gran Canaria. ©Angel Medina G.